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Era una linda muchacha
o tal vez no era tan linda
pero tenía guitarra
y una cierta sonrisa.
Cantó Saudades Bahia,
la acompañaba un muchacho,
flauta traversa y pandeiro,
tumbadoras y un fraseo
menos firme que parejo.
Mezclaba muy atrevida
las palabras de Caymmi
y luego dijo que era
un tema del gran Vinicius
con algo de Pixinguinha.
Después viajaron a Cuba
sin pudor y sin malicia
y me llegó el desenfado
caribeño de esa chica.
Tarde, camino del baño,
mientras ella devolvía
a su funda la guitarra
cruzamos nuestras miradas
sin música y sin sonrisa.
Busqué otra vez su mirada
suspendida en la reunión,
la muchacha no lo supo,
ella sabía acabada
la hora de la función.
Era una linda muchacha
o tal vez no era tan linda
pero tenía guitarra
y una cierta sonrisa.
Y un amigo cumplido
que la había contratado
para animarse la noche
le pagó un buen dinero,
y dejó de ser noticia.
Pero levanté mi copa
y en el murmullo creciente
hice un brindis en secreto
por su voz desafinada
y también por ella misma.
Era una linda muchacha
o tal vez no era tan linda
pero tenía guitarra
y una cierta sonrisa.