No había sido sencillo juntarse, pero la propuesta de grabar era consistente. Shelly Manne residía en la costa oeste y Coleman Hawkins estaba en Nueva York, no obstante, en algún momento, febrero de 1962, sucedió, con Hank Jones al piano y George Duvivier en el bajo formaron cuarteto. Durante una larga noche grabaron Take The “A” Train, Slowly y Cherokee y hacia las tres de la madrugada Hank y George dieron por cumplido el compromiso y se retiraron sin que se supiera dónde, la noche de los músicos de jazz es imprevisible, pero como si lo anterior sólo hubiera sido un prolegómeno, Coleman y Shelly permanecieron en sus puestos, aún tenían qué decir, vaya uno a saber lo que ignorantes de lo que vendría los movía a quedarse. Harían algo, sin pautas. Por única vez en su trayectoria, Coleman Hawkins se sentó al piano y produjo una serie de lacónicos acordes, secundado por Shelly Manne. El comienzo estuvo signado por la rara densidad que el suspenso de la madrugada hacía lugar. Los incesantes tambores habilitaron el paso, Coleman empuñó ese tenor que sólo a él era fiel –se dice que de visita en Buenos Aires lo prestó a otros ejecutantes sin que lograran sacarle sonido- y arremetió. La improvisación mutua dio curso a la que quizá sea una de las mayores grabaciones espontáneas que unos despabilados técnicos de sonido supieron registrar. Alguien la tituló “Me And Some Drums” y ni Coleman ni Shelly ni nadie la volvió a repetir. Cada cual seguiría haciendo música, la que para nuestra felicidad se genera y se despide sin retorno.