%@LANGUAGE="JAVASCRIPT" CODEPAGE="1252"%>
Para empezar, pronuncie de otro modo: velando lo inicial, deje correr la secuencia hasta lo último por decir; usted nos lleva a comprobar que algo le pasa. Descentrado lo, el pasar inicia un deslizamiento, un movimiento que atraviesa a usted, vocablo nacido de la contracción del antiguo “vuestra merced”. Alguien se revela a merced de lo que le pasa.
Vuelva a la frase: lo que a usted le pasa. Lo es un artículo neutro, carente de sexo gramatical, por cuanto lo, que le pasa, origina la diferencia al presentar lo innombrable: el deseo, pues, ¿cómo entenderlo sino como lo pasante, disparado por la obscena diferencia? Y el sujeto, usted, queda apretado, debiendo acomodarse en la frase como en la vida entre un lo, que porfiadamente apunta a suspender la diferencia y un pasar que por fin desbarrancalo en movimiento.
No es difícil intuir contingencias diversas: si usted se acerca al lo hasta confundirse, usted se constituye en ideal, creyéndose sabio, reconocelo encarnado en usted como verdad. En tanto que si usted llega a pasar es ganado por el vértigo que lo pone a rodar, extraviándolo como referente, ya que “en un principio era el verbo”. Por esta vía cabe alentar la expectativa de que el movimiento, verbo, determine que lo producido arroje un efecto de sentido inédito para usted, restableciendo el circuito en el que usted reaparece, y a pasar si se puede.
En definitiva, usted se debate entre lo que le tienta a detenerse, ofreciéndose como duro referente, y lo que le pasa, abriendo la posibilidad de gozar con lo otro para luego despeñarse, desaparecer y volver a empezar. Y así la vida.