Lectura de la sombra (Psicoanálisis/Literatura)
Letra Viva, Buenos Aires, 2000
Estoy hablando o, mejor dicho,
estoy escribiendo con la voz.
Es lo que tengo:
la caligrafía de las sombras como herencia.
Alejandra Pizarnik
Del prólogo de Enrique Loffreda: -Este libro está muy bien escrito, pero… empezar relatando una experiencia personal mientras te lustran los zapatos… seguir con algo de Alejandra Pizarnik entreverada con Freud… hablar de la lectura de las vacaciones… en fin, es francamente desconcertante- protestaba por lo bajo la poca prolijidad inútil que todavía me queda.
-No te apurés y seguí leyendo- pudo haber sido la sabia respuesta del autor, seguro del rumbo impreso a esos relatos aparentemente inconexos entre sí.
Afortunadamente pude dejar de lado los viejos prejuicios de lector psicoanalista y aceptar esta invitación a transitar por la clínica sin separarla del resto de los comentarios sobre la vida, la literatura o los sueños. La poesía apasionada de Pizarnik, los versos rantes de Celedonio Flores, la prosa sutil de Proust, el diálogo de una consulta o simplemente alguna reflexión sobre la vida cotidiana constituyen la materia empleada para producir una convergencia entre literatura y psicoanálisis. No se trata en este caso de dos elementos divergentes sino de la creación de un espacio donde ambos producen un encuentro capaz de promover una aproximación a la lectura de la sombra.
En el más amplio y cabal de los sentidos, éste es un texto anárquico. Al mostrar la unidad de un deseo lo contrapone al deseo de una falsa unidad, desechando la impostura de un saber compacto. Transitando por esa frágil e ineludible “unariedad” va construyendo un espacio donde se despliega su creatividad en el comentario de los temas más heterogéneos. Podríamos decir con Lyotard que la verdadera unidad de este escrito “es el deseo que procede de la pérdida de unidad y no la complacencia en el sistema constituido”.
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