En 1998, Carlos D. Pérez y Sergio Rodríguez se asociaron, con la participación de Alejandra Maula, en un singular emprendimiento radial que llamaron “Migas de medialuna” y tenía el siguiente encabezamiento:

Hechos, migas y deshechos,
cultura.
Charlas de café
y una verdad curvada
por la noche
en media luna.

Con la asistencia en producción de Natalia Aruguete, Florencia Giri y Nicolás Aruguete, el emprendimiento consistía en ubicar un tema para cada emisión, el que fuere, los ladrones, las brujas, el caso de la maestra que se fugó con un alumno, la amenaza nuclear, el erotismo, la amistad, las putas, los almacenes de ramos generales… Cada conductor disponía del tiempo entre una y otra emisión para refrescar el tema o informarse, y también para elegir la música que se les ocurriera apropiada, que nunca era un “comentario” sino que formaba parte del asunto mismo en cuestión. Pero al llegar el momento de salir al aire no valía anotación alguna, había que soltarse –copa de vino mediante- a lo que surgiera espontáneamente en el diálogo, a veces contando con la participación de un invitado. Lo hicieron con entusiasmo hasta que, vírgenes de anunciantes, dieron por concluido el programa por demasiado oneroso.