¿Y papá, mamá?
Monólogo para teatro

Hace un tiempo, César Hazaki me propuso intervenir en una puesta en escena para el teatro; debía escribir un guión a partir de la primera novela de Fernando Arrabal: Baal Babilonia, de la que se dice es autobiográfica (poco importa, tanto puede afirmarse que todas lo son o que ninguna lo es, pero hemos de notar que Baal está contenido en Arrabal). Me entregó una copia del libro, hoy inhallable en librerías. Días después le contesté que podía prescindir de mí, porque la excelencia de esa obra no admite tocarle ni una coma. A menos -se me ocurrió en un momento- que tuviese libertad para desarmarla y escribir otra. La tuve.
Sin leerla una segunda vez, para evitar quedar atrapado, opté por el siguiente método: abrir de tanto en tanto el libro al azar y escribir lo que fuera luego de ojear un par de renglones. Así empezó a surgir una trama monologada que le debe a Baal Arrabal el impacto de inicio y los fragmentos que actuaron como disparadores. Luego, la tarea consistió en entregar el comando a la fuerza y el deseo intuido en los personajes, que en su autonomía ni eran de Arrabal ni míos.
Vaya este comentario como reconocimiento a la obra precedente y como afirmación de la relativa independencia de ésta. Hace tiempo sospecho que la llamada inspiración algo le debe a la experiencia vital de un autor y mucho a otras letras que sabiéndolo o no, nos habitan.

El texto está organizado en quince cuadros breves, en los que el protagonista le habla a la madre, una presencia tan velada como constante. A continuación se reproduce el primero.

UNO

¿Recuerdas, mamá? Acostumbrabas leer para nosotros, tus hijos, la Biblia. Una vez, del libro de los Jueces leíste que los hijos de Dios lo habían abandonado para seguir a Baal, entonces Dios se puso iracundo. Sí mamá, tú lo dijiste, dijiste que Dios dijo: Castigaré a Baal en Babilonia. Yo era chico y no entendía, tampoco ahora. Pero Baal me quedó, tal vez porque después de esa palabra, Babilonia era un eco. No sé bien qué hablábamos, porque tus lecturas siempre eran a propósito de algo, no sé bien qué hablábamos pero sí de quien. Algo de papá, estoy seguro, y en un momento lo dijiste, dijiste que Dios dijo: Castigaré a Baal en Babilonia.
Nadie lo conocía, quiero decir, a Baal, no sé a papá, no me acuerdo, no mis amigos de la plaza por supuesto, a Baal quiero decir. Tampoco la señora Leticia, de la otra cuadra, tu amiga que hablaba de las pirámides y esas cosas, una vez se lo pregunté y no lo sabía. Y sucede que el otro día, mamá, el otro día soñé con un rebaño, mirá lo que se puede pensar mientras se duerme, un rebaño, y me parece que yo estaba en medio de las ovejas, porque eran ovejas. Cuando desperté me di cuenta que una producía un sonido, como si quisiera decir algo, un balido extraño, ni humano ni animal o las dos cosas. Ahí fue que me acordé de tus palabras, las de Dios dijiste. ¿Baal quería hablar, mamá? ¿Hablar en Babilonia? ¿La Torre de Babel? No sé, mamá, me confundo, te pregunto: ¿Por qué castigarlo?

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