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Conjeturas, convicciones, delirios: pandemia

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Esta nota podría ser extensa o breve, optando por la segunda alternativa, seré conciso en las apreciaciones. Debido a la expansión que la enfermedad covid-19, producida por un coronavirus, tuviera a partir de un foco registrado en diciembre de 2019 en Wuhan, capital de la provincia Hubei, China central, y rápidamente precipitó en epidemia y luego en pandemia, el 11 de abril de 2020 el Presidente Alberto Fernández firmó un Decreto de Necesidad y Urgencia estableciendo cuarentena en nuestro país. No se

trata, obviamente, de cuarenta días precisos de aislamiento domiciliario, la expresión deriva de Quaranta giorni y ésta del latín quadraginta, cuatro veces diez. De origen religioso, su implementación refería

los cuarenta días de aislamiento impuestos en el medioevo a los infectados por la peste negra, que las ratas pulguientas transmitían debido a los pecados humanos. No puede escapársenos la implicancia de la

calificación negra, no sólo debida a los oscuros bubones, tópicos de la enfermedad; los gatos, especialmente los de color negro, eran asociados con las brujas y estas con la posesión demoníaca, más de un Papa

los/las condenó y se procedió al exterminio, de gatos y de brujas. Aunque las ratas fueran pasibles de creencia, no hubieran podido creer este favor papal. Lo pavoroso del impacto de la peste fue su irrupción

fatal, apocalíptica, como un siniestro desconocido que sin distinguir reyes, señores, plebeyos o mendigos tanto carece de origen como de método que lo combata. El conocimiento de que las ratas eran agentes

del contagio es muy posterior, en la época de la pandemia la enfermedad fue atribuida a los miasmas -corrupción que la emanación de materia orgánica descompuesta produciría en el aire-, a una funesta

conjunción de planetas, a una irrupción de cometas, a extrañas erupciones volcánicas que asolaban con sus efluvios tóxicos. Ante características tan funestas, la Edad Media no podía soslayar la convicción de

que eran manifestaciones de Cólera Divina. Aunque ya no domine la creencia en la enfermedad como sanción por los pecados aún se escuchan ecos, no hay más que tipear "enfermedad como pecado" en el

buscador de internet para encontrar recordatorios que arrancan en el Génesis, cuando por culpa de la desobediencia de Adán, obsecuente con la pérfida Eva y ella tentada por la pérfida serpiente, fruto

prohibido mediante, fue, fueron y transitivamente fuimos sus descendientes despojados de eternidad y arrojados por el Divino a un mundo plagado de enfermedad y muerte ruin. Hoy no se habla de plaga sino

de pandemia. Plaga remite a peste, a lo pestilente, apestoso, etimológicamente es destrucción, azote vil. Pandemia, en tanto, viene del griego pan, totalidad, y dem, pueblo, igual raíz que en democracia. Sería

bueno que no sólo en las palabras se haya expurgado la plaga; lamentablemente, permanece apenas latente. Al señalar que el virus habría salido de un laboratorio de Wuhan, el Presidente de EEUU1 dio

estatuto de peste laica a la pandemia. Por si hubiera alguna duda el diplomático de carrera Ernesto Araújo, canciller de Brasil, hizo constar en su blog personal: "El coronavirus es parte de una conspiración

comunista mundial que se vale de organismos como la Organización Mundial de la Salud". A su vez, autoridades de Pekín apuntaron al ejército norteamericano: en un laboratorio militar de Fort Detrick,

Maryland, habrían fabricado el virus para luego dispersarlo en unos Juegos Militares Mundiales con el propósito de frenar la expansión china2. Poco importa que una destacada autoridad mundial en el tema,

Edward C. Holmes, profesor de la Universidad de Sydney, Australia, haya sido terminante junto a un grupo de colegas: "Nuestros análisis demuestran claramente que el SARS-CoV-2 no es una construcción

de laboratorio ni un virus deliberadamente manipulado"3. Numerosos pensadores trazaron proyecciones. Noam Chomsky subrayó en una entrevista el peligro que presenta el actual gobierno estadounidense4:

"Nos podría llevar a estados altamente autoritarios y represivos que expandan el manual neoliberal incluso más que ahora. Estamos ante otro fallo masivo y colosal del capitalismo neoliberal. En medio de la

pandemia, en EEUU se han eliminado normas que restringían la emisión de mercurio y otros contaminantes. Eso significa matar a más niños estadounidenses, destruir el medio ambiente. No paran. Y si no

hay contrafuerzas, es el mundo que nos quedará". En la perspectiva contraria, ágil en reflejos mediáticos Slavoj Zizek publicó El dilema es barbarie o un comunismo reinventado5, pequeño libro sobre el

coronavirus en el que afirma que al poner al descubierto las inconsistencias de las democracias liberales, la pandemia producirá un efecto positivo. No ahorra críticas al gobierno chino al señalar que debido a

la vieja lógica autoritaria del comunismo que prohíbe publicar malas noticias, al comienzo minimizaron los estudios y arrestaron a quienes difundieron las primeras noticias. Byung-Chul Han, filósofo

surcoreano docente en una universidad de Berlín, salió al cruce6 con lo siguiente: los estados asiáticos son de mentalidad autoritaria, más obedientes; colectivistas, los ciudadanos carecen de individualismo

. Quien en Corea concurre a un edificio en el que estuvo un infectado recibe por la "Corona app" una advertencia sin que se tenga en cuenta la esfera privada. No es posible moverse públicamente sin ser

filmado, puede ocurrir que se destapen amoríos secretos. "Zizek afirma que el virus asentó al capitalismo un golpe mortal y evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podrá hacer caer al régimen

chino. Se equivoca, nada de eso sucederá. China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia. El capitalismo continuará aún con más pujanza tras la pandemia. El

virus nos aísla e individualiza, no genera ningún sentimiento colectivo fuerte". Es posible continuar con las polémicas, como la generada por Giorgio Agamben7, quien ni bien implementadas en Italia las

medidas para combatir el coronavirus las calificó de "frenéticas, irracionales y absolutamente injustificadas", motivadas por "la creciente tendencia a utilizar el estado de excepción como paradigma de

gobierno normal. una vez que el terrorismo se agotó como justificación lo mejor es inventar una epidemia". En renovada evidencia de los extremos que se tocan, Mario Vargas Llosa y Mauricio Macri

firmaron la proclama "Que la pandemia no sea un pretexto para el autoritarismo". Reaccionando ante lo declarado por Agamben, Jean-Luc Nancy refirió algo personal cargado de significación: "Hace casi

treinta años, los médicos decidieron que necesitaba un trasplante de corazón. Giorgio fue uno de los pocos que me aconsejó que no los escuchara. Si hubiera seguido su consejo, yo probablemente hubiera

muerto muy pronto. Es posible cometer un error". Filósofo y activista italiano cuyo antecedente -quizá orientador de su apetencia- es haber participado en el mayo francés del 68, Franco "Bifo" Berardi se

ubica en posición extrema8. Profesor de Historia Social de los Medios en la Academia de Brera, Milán, en su artículo "Crónica de la psicodeflación" define al coronavirus como "virus semiótico" productor de

fijaciones psicóticas en el "cuerpo estresado de la humanidad global". Arriesga, reitera, que "el caos es el dominador de la época", augurando un colapso del orden económico global, en tanto se trata de "un

caos que el capitalismo no puede someter". Muerta la política por despeño en el abismo de la pandemia, la expansión del virus desembocaría en un caos de terror permanente, probablemente desencadenando

una guerra civil en Estados Unidos. La contraparte de este laconismo es la esperanza de que se habiliten condiciones para generar comunidades autónomas e igualitarias de supervivencia. Extremando en estas

condiciones el augurio de un emparejamiento tibio, Berardi quiere creer, hacernos creer. Convicción mata conjetura. Salvo la intervención de Nancy y la conclusión de Chomsky, no hay espacio para

incertidumbres en lo reseñado, a pesar de que pandemia y aislamiento en cuarentena sean experiencias pocas veces vividas. O nunca. Resulta notable el enlace de cuatro circunstancias:

1. Aparición imprevista de la covid-19.

2. Súbita difusión por la que el foco inicial en el poblado de Wuhan se convirtió en epidemia y ésta en pandemia.

3. Intervenciones más, menos o nada autorizadas dotadas de alto nivel de convicción, algunas rayanas en lo delirante.

4. Rapidez en la difusión de las proclamadas convicciones.

Cuatro eventualidades. A días de conocerse la noticia de la pandemia Zizek difundía su libro y Agamben

se despachaba contra la cuarentena. La acelerada difusión del virus incentivó lucubraciones que se montaron sobre una ola de imposible surfeo. Vivimos el tiempo de lo mediático-inmediato; es costumbre

hacer zapping televisivo para ver qué canal hace punta con la información, inmediatez equivale a verdadero. Recordó esta anécdota: el Centro Cultural Pompidou de París fue obra de arquitectos que ganaron

un concurso internacional con una propuesta distinta a lo consabido hasta el momento, la implantación del edificio en un barrio tradicional produjo un fuerte contraste. Luego de ser inaugurado en 1977 se

desató una polémica entre destacados profesionales, algunos llegaron a opinar que era una "orgía de caños", una suerte de "refinería de petróleo" y otras expresiones carentes de sutileza. Al serle preguntado su

parecer, el maestro Félix Candela dijo: "Recién se inauguró. Para saber si un edificio cumple con sus objetivos hay que dejarlo funcionar. ¿Por qué no me hace la pregunta dentro de diez años?". El muestreo

de opiniones sobre cuarentena y pandemia podría ampliarse hasta lo insospechable, como lo manifestado por el asesor de Trump llamado Michael Caputo (¿será hermano del alma?), quien antes de ser

nombrado vocero de Salud había explicado por tuits a sus seguidores que la pandemia no era otra cosa que una conspiración de financistas judíos, como Soros y Rothschild, para hacer negocios9. Se lleva las

palmas una senadora bonaerense declamando en un audio que el gobierno se propone liberar presos para que armen patrullas que amenacen a los jueces y expropien el capital, lo del coronavirus es una excusa

para cerrar fronteras, fundir empresas y luego estatizarlas según el modelo cubano10. Entre convicciones y delirios debe considerarse una variante. No hay duda acerca de que en un delirio prepondera algo

obcecado que rechaza o expele toda evidencia capaz de contrariar lo que cerradamente se cree, en tanto las convicciones requieren del atravesamiento de puestas a prueba hasta sedimentar en certidumbre. La

variante a la que aludo suele resultar notoria en la clínica psicoanalítica (es momento de decirlo: además de escritor episódico soy psicoanalista), por cuanto se vale de movimientos transferenciales, me refiero

a lo siguiente: alguien le cuenta algo a un destinatario una historia, un suceso circunstancial, una información. dándole a entender que consiste en algo cierto no obstante ser una falsedad, una mentira o tal vez,

más sutilmente, algo con un grado de indefinición para quien lo relata que no le permite ir más allá de una máscara de veracidad. Si el interlocutor convalida, su retorno afirma al emisor liberándolo de la

vacilacion. Expresado con mayor simpleza: "te miento, pero si me crees y me participas de tu creencia, también yo empiezo a creer en la veracidad de lo falso". Muchas relaciones están afectadas por variantes

de este bucle, son frecuentes en el consultorio, sobre todo en celotipias y posiciones paranoides. Es una ardua tarea, llena de equívocos, desmontar este circuito de creencia en la mentira como verdadera

mientras se vive una verdad mentirosa. Más aún, sospecho que nadie es ajeno a esta eventualidad11. Supongamos que Trump no ignoraba que su acusación al régimen chino de causar la expansión virósica era

falaz; en la sanción mediática que lo refrendaba pudo encontrar verificada su falacia creyéndola, ahora sí, verdadera. Ignoro si de movida Hitler creía lo de la pureza de la raza aria en desmedro de la aviesa

judeidad, pero la convalidación masificada lo obcecó en una creencia afincada en siglos. Cuando la peste del siglo XIV, a contracorriente de lo que viniese de la ciencia la Iglesia Católica machacó con el

castigo de la Ira de Dios por los pecados terrenales. No sólo eso, los judíos fueron acusados de envenenar el agua de los pozos, si habían matado a Cristo podían ser causantes del exterminio de cristianos. Las

argumentaciones son excluyentes: ¿Ira de Dios o pestilencia judía? Poco importa, los argumentos actúan por sumatoria (no hay más que prestar atención al abigarrado muestreo de acusaciones que se

esgrimen en las actuales marchas anti-cuarentena). La imprecación a los judíos creyéndolos causantes de las muertes pudo basarse en que no eran tanto judíos como cristianos los que se infectaban; no se

prestó atención a que siguiendo la tradición bíblica, la judeidad observaba normas de limpieza como la yadayim netilat, ablución o lavado de manos ritual llevado a cabo en múltiples situaciones: antes de

comer cualquier pan con una comida y también luego, una vez finalizada, para protegerse de tocar los ojos con residuos peligrosos; al tocarse las zonas íntimas; cuando se sale del lavabo o la letrina; luego de

las relaciones sexuales; después del sueño, sea nocturno o la siesta; antes de la oración; cuando en una procesión están a menos de cuatro codos de un cadáver. Siete siglos después, junto al barbijo y la

distancia social, el lavado de manos sigue siendo fundamental en las precauciones contra la pandemia. Las opiniones vertidas hasta aquí pueden agruparse del modo siguiente:

Convicciones. Son opiniones que tienden a la fijeza, concluyentes, quienes las profieren tienen la certeza de que la verdad está de su lado. El riesgo en las convicciones es que se extremen en delirio

interpretativo si lo tenido por verdad actúa de modo concluyente y a la vez excluyente, refractario a cualquier disparidad. Varias de las interpretaciones reseñadas sobre la pandemia y la cuarentena surgen de

fuertes convicciones, sutil o forzadamente pasadas por el tamiz de un corpus conceptual previamente elaborado, donde el autor se explaya a propósito de una cuestión antes que a causa de ella; la frase tópica

sería "tal como oportunamente desarrollé en mi libro.". Lo extremo de la posición de Agamben lo muestra con enfatizada claridad; su intervención generó controversia y se vio movido a redactar una segunda

parte, que titulé "Aclaraciones". Revista REA, una de las referencias que he tomado, señala: "La pieza de Agamben refleja no sólo un fragmento de su pensamiento, también de su compromiso con un cuerpo

de ideas que agitaron de modo definitivo el pensamiento político occidental desde hace por lo menos dos o tres décadas". Estas son algunas de sus palabras12 (recurrí a puntos suspensivos para no redundar):

"La epidemia deja aparecer con claridad que el estado de excepción, al que los gobiernos nos han acostumbrado desde hace mucho tiempo, se ha convertido realmente en la condición normal. La gente no

parecen darse cuenta de que su vida se ha reducido a una condición puramente biológica y ha perdido todas las dimensiones, no sólo sociales y políticas, sino también humanas y afectivas". De movida,

considera la noción de epidemia como engaño del autoritarismo al agotarse el fantasma del terrorismo; luego, reconocida como real, mantiene la referencia a la epidemia como argumento autoritario con

disfraz de normalidad, desembocando en que sin conciencia de sí, la gente no advierte que fue reducida a una biología estupidizada; sería importante conocer al menos un espécimen que por paupérrimo ni

siquiera es animal. Lo único que se me impone adecuado a un ente biológicamente inerte, parásito sin dimensión social, humana ni afectiva, es el coronavirus. En las intervenciones desde la convicción

predominan dos cuestiones: el origen de la pandemia y el futuro. Entre quienes se ocupan del origen tenemos la idea confabuladora, sea un solapado made in China o la inversa del made in USA, una

conspiración de financistas judíos, el kirchnerismo expropiador, la conjura comunista mundial, el autoritarismo que cancela no sólo libertades, también la condición humana. Quienes enfocan el futuro

auguran una época de catástrofes globales, biológicas, ambientales, militares, un comunismo reinventado debido a la debacle liberal, un capitalismo en renovada pujanza, la expansión del estado policíaco

digital chino.

Conjeturas. Si la convicción es terminante, la conjetura atraviesa indicios, datos fragmentarios -en el entendimiento de que los datos son afines a los fragmentos-, supuestos que articulan pensamientos. Sin

indicios, sin datos fragmentarios ni supuestos no hay conjetura. Y lo que exige la mayor destreza: las convicciones son puestas en entredicho, la conjetura hunde sus raíces en la sospecha. Grouchianamente

hablando, al conjeturar importa tener principios, y si unos no convienen se cambian por otros. Groucho Marx es freudiano. En uno de los frecuentes momentos en que intenta resolver los problemas generados

por el devenir de sus observaciones clínicas, Freud establece lo siguiente: "Una ciencia construida sobre la interpretación de la empiria no envidiará a la especulación el privilegio de un fundamento

lógicamente inatacable, sino que se contentará con ideas iniciales nebulosas, apenas aprehensibles, que esperará aclarar o podrá cambiar por otras en el curso de su desarrollo. Tales ideas no constituyen, en

efecto, el fundamento sobre el cual reposa la ciencia, pues la verdadera base de la misma es únicamente la observación. No forman la base del edificio, sino su coronamiento, y pueden ser sustituidas o

suprimidas sin daño alguno"13. Las convicciones de Chomsky no escatiman conjeturas. Según su perspectiva las acciones del gobierno estadounidense son un peligro que podría llevar a posiciones altamente

autoritarias. El futuro del mundo, concluye, depende de las contrafuerzas que se activen contra el capitalismo neoliberal. En nuestro país se destaca el grupo conjetural conformado por infectólogos y

epidemiólogos -aún no hay pandemiólogos, la experiencia está en curso- convocados como asesores presidenciales. Pese a la urgencia social por salir del aislamiento, la premura de economistas por volcar

dinero al mercado, la insistencia de empresarios para activar la producción o disminuirla despidiendo empleados, los cuentapropistas necesitados de trabajar por cuenta propia, los vendedores callejeros que

quieren volver a la calle, la demagogia de políticos que se afanan por sacar réditos, la obcecación mediática que reactualiza la frase de Berkeley "pocos piensan pero todos quieren tener opiniones", pese a todo

se mantienen con firmeza y claridad expositiva en medio de la vorágine sin caer en las promesas ilusorias que quisiéramos escuchar, privilegiando la científica conjetura que impide ser terminante y a la vez

logrando que las medidas implementadas por quien los sabe escuchar permitan distinguirnos en el concierto mundial no como un país que vence a la pandemia sino como un país que procura saber lo que

hace. Sin obcecadas convicciones, sin delirio, la covid-19 no apesta.

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1. Infobae, 16 de abril, 2020: "Donald Trump habló sobre las sospechas del origen del coronavirus en un laboratorio chino".

2. El País, Madrid, 14 de marzo de 2020: "China acusa al ejército de EEUU de instalar el coronavirus".

3. Nature Medicine, 17 de marzo, 2020: K.G. Andersen, A. Rambaut, W.I. Lipkin, E.C. Holmes: "The proximal origin of SARS-CoV-2".

4. EFE, Nueva York, 21 de abril, 2020.

5. El Mundo, Madrid, 1 de abril, 2020: "Zizek tiene su libro sobre el coronavirus".

6. El País, Madrid, 22 de abril, 2020.

7. COMUNIZAR: "El derrape de Giogio Agamben sobre el coronavirus".

8. Página 12, Buenos Aires, 24 de agosto de 2020: "El denominador de la época es el caos".

9. Página 12, 26 de abril de 2020. Pirulo de tapa titulado "Financistas".

10. El audio de la senadora Felicitas Beccar Varela, de Juntos por el Cambio".

11. Le sorprenderá al lector enterarse de que la idea original del presente artículo no es la desarrollada en el cuerpo principal del texto sino la que se encuentra en esta llamada al pie. Sucedió que al comenzar

la cuarentena me pregunté de qué modo afectaría a los pacientes con un psicoanálisis en curso tanto el obligado aislamiento como la misma pandemia, en tanto obligada experiencia sin antecedentes a los que

fuera posible remitirse. Cuando los médicos fuimos habilitados para recibir consultas a condición de no sumar gente en la sala de espera, me comuniqué con mis pacientes y salvo algunos que interrumpieron

por motivos varios -incluida, obviamente, la dificultad económica derivada de la falta de trabajo-, la mayoría retornó a las sesiones. Paralelamente, comencé a encontrar artículos y entrevistas a colegas que a

veces destacaban la posibilidad de llevar a cabo encuentros por vía virtual -palabras como zoom se popularizaron de inmediato- incluso apoyándose en aventuradas especulaciones sobre los empalmes entre el

marco del fantasma y el encuadre que la pantalla de la computadora o del celular proporcionan. Movido por la necesidad, en algún que otro caso opté por la virtualidad, pero ni bien pude continué con

encuentros en carne y hueso; me disculpo por la expresión, no quise escribir "presenciales" para esquivar una discusión acerca de presencias virtuales o reales, en situaciones como esta pienso en Bizancio.

También encontré referencias a los cambios en la subjetividad debidos al aislamiento; por supuesto, me dije, y para expresarlo en doble negación: en lo que estamos viviendo no podría no haber movimientos

subjetivos, aunque subjetividad es una palabra que de tan llena carece de resonancia, sabemos de ella oponiéndola a objetividad y vaya uno a saber las condiciones del ser objetivo. Ahorro otros comentarios,

sólo quise llegar a que dar cuenta de las singularidades de los análisis en curso me resultaba más que atrayente, si no me dejaba llevar por lo previsible o forzado en la adecuación a una teoría ad-hoc. Entonces

sucedieron dos cosas:

1. En la preparación del contexto socio-político introductorio al tema pandemia-cuarentena comenzó a llamarme la atención que a la sorpresiva, acelerada expansión de la covid-19,

pensadores de reconocida trayectoria respondieran oponiéndole cerradas convicciones, y en algunos casos parecían competir acerca de quién lo hacía con mayor celeridad. A poco de conocerse lo ocurrido en

Wuhan, la prensa internacional publicaba fotografías de los murciélagos vendidos en la feria de Wuhan para hacer sopa, presuntos causantes de la expansión del virus; a más de uno se le habrá ocurrido alzarse

retrospectivamente contra el "nene, ¡tomá la sopa!" tan escuchado en la infancia. Esa misma prensa internacional también difundía la noticia de la aparición del librito -el diminutivo es por su tamaño, no por

el afán del autor- El dilema es barbarie o un comunismo reinventado, perspectiva a futuro trazada por Slavoj Zizek. A su vez, Giorgio Agamben despotricaba contra el gobierno italiano: "¡frenéticas,

irracionales, absolutamente injustificadas!" fueron sus calificaciones a las medidas de aislamiento adoptadas por el gobierno italiano para combatir la epidemia (aún no había llegado a pandemia); según su

verba inflamada la misma epidemia era un invento para justificar la imposición de un oprimente estado de excepción. Me entristeció verlo emparejado con Macri y Vargas Llosa, firmantes del manifiesto "Que

la pandemia no sea un pretexto para el autoritarismo". Mi recuerdo de Agamben y su excelente Estancias, subtitulado La palabra y el fantasma en la cultura occidental, era el de un autor de fina catadura, lo

ratifiqué volviendo a leer el libro. Y Trump que se despachaba con que el virus era invento chino y los chinos con que efectivamente, todo lo contrario -hubiera dicho Ubaldini- el virus era yanqui, mientras en

nuestro país, movilizada por una reunión de legisladores partidarios con el ex canciller Faurie una senadora provincial de nombre Felicitas denunciaba en un audio que lo del coronavirus es una excusa. "¡No

es joda!" exclamaba por si alguno pensara que sí lo era, se viene el afán expropiador del gobierno kirchnerista, que quiere convertir la propiedad privada en estado privador, para que luego el estado se

convierta en Venezuela y Venezuela en Cuba... o algo así pero con cuidado, el orden de los factores altera el producto. Cuando llegué a darme cuenta de todo esto, mi artículo había tomado un rumbo distinto

al que me había propuesto al inicio.

2. Si en las intervenciones a nivel regional, nacional o mundial las tintas venían cargadas de entreveros, cruces y contrastes, en mi consultorio los análisis comenzaron a dar

curso a resultados inesperados. Los puntos suspensivos se deben a que a partir de aquí emprendí y abandoné varias redacciones. Se me había ocurrido señalar aspectos significativos de las consultas para dar

pie a puntualizaciones, algo del estilo de las viñetas. A medida que empecé a hacerlo comprendí que si quería alcanzar alguna solvencia debía dar curso a desarrollos de mayor amplitud, en algún caso lo hice

y rebasé ampliamente la extensión de un artículo como este; uno que titulé "El sino de Luisa o el amor a primera vista" tiene más de diez páginas. No sólo excede una extensión razonable sino que cuanto más

crecía en consideraciones también crecían los enigmas. La alternativa fue limitar los desarrollos, entonces debía confiar en que el lector aceptase mis precarias observaciones. Ahorrándole la tarea al potencial

lector, yo mismo no acepté. El saldo que hasta ahora obtengo me hace suscribir la estima de Félix Candela acerca del tiempo necesario para que algo tan álgido como la pandemia comience a decantar

permitiendo aprender de la experiencia; obviamente, no me estoy refiriendo a lo perentorio de la intervención médica sobre la covid-19 sino a la comprensión que puede resultar de un abordaje analítico. Con

mediática tiranía, la tematización del aislamiento sanitario soslaya, margina, ignora, pospone dilemas. No hay aquí, por lo tanto, intento alguno de brindar un paneo de lo que eufemísticamente se denomina

salud mental, por contraste con enfermedad mental; si no adscribimos a la noción tradicionalmente psiquiátrica de enfermedad mental tampoco se sostiene su contraparte saludable, salud y enfermedad como

compartimentos estancos. Nada se entiende hasta que el revés de las categorías cobra movimiento. A poco que andamos por la vida cuarenteneada la pandemia desnuda, para quien quiera verlo, una verdad

. En El juego en que andamos escribió Juan Gelman: Si me dieran a elegir, yo elegiría esta salud de saber que estamos muy enfermos, esta dicha de andar tan infelices. Si me dieran a elegir,

yo elegiría esta inocencia de no ser un inocente, esta pureza en que ando por impuro. Si me dieran a elegir, yo elegiría este amor con que odio, esta esperanza que come panes desesperados. Aquí pasa,

señores, que me juego la muerte.

12. Revista REA. También puede consultarse COMUNIZAR

13. Sigmund Freud: Introducción al narcisismo. Biblioteca Nueva, Madrid, 1972.

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