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Con una espesa manta
de extendida blancura
se cubre mi nostalgia
cuando evocar quisiera.
Hileras de faroles
se pierden en la nada
trazando avenidas
de blanco, espeso blanco.
La gente es blanda gente
mientras la luna quiebra
en la costa su marfil.
Doblados resplandores,
espejos de la noche
vienen hacia mí.
De aquí ya no se vuelve,
cerrada es mi condena,
me digo por lo bajo,
pero una luz sobrando
al fin enciende un piano
y un viejo tango umbroso
de lamento imperioso,
de oscura armonía,
enturbiándome el alma
tiende hacia mí su mano.
Con una espesa manta
de oscura flor madura
se abre mi esperanza
a esta nueva quimera.
Innúmeros faroles
trazados en hilera
alumbran avenidas
de azul, rojo y violeta.
La gente es otra gente
mientras la luna quiebra
en la costa su marfil.
Arqueados resplandores
cegando los blancores
llegan hasta mí.