Esta nota podría ser extensa o breve, optando por la segunda alternativa, seré conciso en las apreciaciones. Naturalmente proferimos, naturalmente replicamos, naturalmente proseguimos, lo creemos. Pero la tendencia naturalizadora está lejos de ser natural, sería redundante naturalizar lo que se tiene por natural. Poco tiempo pasó desde que en el ignoto poblado chino de Wuhan (ignoto para quienes no somos chinos) se produjeran los primeros casos de virosis que recibirían el nombre de covid-19, devenidos epidemia y rápidamente pandemia, para que los medios difundiesen lucubraciones socio-bio- políticas de pensadores como Slavoj Zizek, Giorgio Agamben, Franco Berardi y un variopinto muestrario que no escatimó conjugar delirios[1] . Las vacunas que laboratorios de diversos lugares del mundo comenzaron a elaborar concitaron adeptos y detractores; tal vez por la abstinencia de fútbol se formaron hinchadas virtuales que vistiendo virtuales camisetas de equipos hasta el momento ignorados profirieron, replicaron… que si la Sputnik… que la AstraZeneca… que la Pfizer… que la Moderna… que la de los Johnson… que la Soberana… que la Sinopharm… que la Sinovac… el parecido entre las dos últimas posibilitó que con precario conocimiento y férrea determinación algunos políticos y periodistas las confundieran soltando enfáticos dislates sin que al resultar evidente el error se les moviera un pelo. La rapidez con que todo ha sucedido enmascara lo que por naturalizada la naturalización implica; del día a la noche, de la noche a la noche cada quien resulta, a favor de esta, aquella o contra todas las vacunas, un empecinado especialista. A tal punto diseminan, contagian, en competencia con la morbosidad del virus, los medios de difusión. Este fenómeno es inédito al imponer la naturalización por la que junto al impacto de Wuhan con sus draculíferos murciélagos se han difundido producciones de sentido que abarcan países, razas, imperialismos, comunismos reinventados, apetencias liberales en las que cada localización arboriza convicciones. Vale, por lo tanto y a contracorriente, proceder con cuidado. Lo que vivimos a escala mundial puede ser entendido como traumático por lo súbito, contundente, carente de preparación. Al trauma lo produce un impacto que sacude a quien está con la guardia baja o, dicho de otro modo, la guardia resulta ineficiente; en palabras de Freud1: “Aquellas excitaciones procedentes del exterior que poseen suficiente energía para atravesar la protección son las que denominamos traumáticas”. Doy un ejemplo: el distraído, ensimismado en su bichito celular emprende el cruce de una calle… con el excluyente móvil telefónico expandido por toda su atención. Intempestivo, el chirrido de las ruedas de un vehículo sobre el pavimento lo asalta y queda paralizado en medio de la calle, expuesto a ser arrollado, en tanto los insultos del conductor cumplen la acción sanadora de restituirlo a la realidad. En un tiempo posterior, desdoblado, quizá alcance a entender de lo sucedido, si en cambio se instala una neurosis traumática el eco del impacto continúa reverberando, como herida que no cicatriza. Hace tiempo recibí en consulta a un hombre que llevaba treinta años padeciendo un pertinaz insomnio. Venciendo reparos, luego de varias sesiones contó que treinta años antes él era un colimba, estaba en el servicio militar; cuando el ejército comenzó los enfrentamientos con guerrilleros en los montes tucumanos lo llevaron. Su relato llegó hasta un umbral que atravesó luego de grandes vacilaciones: en un funesto episodio murió un compañero y él fue capturado (mantengo en reserva los innúmeros detalles que como esquirlas multiplicaron el trauma). No compartió con otros soldados lo vivido al ser rescatado, enmudeció luego de salir de baja; cuando en esporádicas relaciones de pareja una mujer, advirtiendo sus reservas, le preguntaba qué le pasaba, cortaba la relación. Cada noche lo asaltaba una pesadilla que actualizaba las minucias de lo ocurrido con la contundencia de lo real, hasta que despertaba tomado por el horror, empapado de sudor, y permanecía en vela el resto de la noche. Si cuando soñamos se produce una compleja elaboración que establece significaciones inconscientes, cumple deseos y actúa como guardián del reposo –según expresión de Freud-, la pesadilla del paciente era el tableteo del impacto traumático. En el año que vino a las sesiones, el tratamiento consistió en generar las condiciones para que una y otra vez lograse volver a lo sucedido, recreándolo (elijo cuidadosamente esta palabra). Las escenas del trauma se fueron transformando, luego apagando y paralelamente recuperó el sueño, en la doble condición de habilitar la capacidad de soñar y el descanso del dormir. Recuerdo estas palabras suyas: “No sabía que hablar es tan importante”. Y una confidencia: había mejorado porque pudo hablar, a conciencia de que poder hablar no es mero pronunciar palabras, y había podido hablar al darse cuenta de que yo no me asustaba de lo que él decía. La distancia entre la percepción de un acontecimiento y su entendimiento puede parecer inexistente y sin embargo sus diferencias son irreductibles. Freud lo tuvo claro cuando diciembre de 1896 le escribe a su amigo Fliess: “Si pudiera indicar exhaustivamente los caracteres psicológicos de la percepción y de las tres escrituras (se refiere a los estratos mentales en los que se organizan las huellas de la memoria), con ello describiría una psicología nueva” [3] . Siguió replanteando esta problemática durante su extensa obra: los acontecimientos iniciales sólo en un tiempo ulterior pueden alcanzar, retroactivamente, el tiempo de la comprensión produciendo un despeño de lucubraciones, fantasías, ilusiones y tanto más; tan categórico es este proceder que también por vía retrospectiva adjudicamos al momento inaugural lo que sólo ulteriormente adquirió una trabazón de recuerdos, pensamientos, fabulaciones. “Tan falible, tan inventiva es nuestra memoria” dijo Borges alguna vez. El modo más evidente de interpretación retroactiva de lo que en su inicio no fuera comprendido quizá sea lo traumático, pero esta lógica tiene su fundamento en el sino de la sexualidad: cuando el niño, la niña, despierta a la inquietud, a la curiosidad sexual, no está en condiciones de entenderla, y cuando atravesando la adolescencia alcance esa posibilidad no podrá soslayar el estigma ni el enigma del inicio. En este espacio transcurre la sexualidad humana. Porque si en la seguridad de tener respuestas en el bolsillo un adolescente opina resulta infatuado, si un adulto interviene asumiendo un saber de las cosas de la vida… también, y ni qué decir cuando se esgrime título universitario. El erotismo, abierto en uno de sus lados a la fatuidad, a la vida más jugada en otro… a… quien sepa diga a cuales más. Locos, cuerdos, suicidas, valientes, timoratos quisieran saber sus lugares. Percepcion y memoria son antagonicos: mientras la primera debe permanecer limpia para recibir estimulaciones, la memoria, los recuerdos que dan curso al pensamiento son un sistema altamente organizado en diversos estratos, inconscientes unos, en inmediatez con la c0onciencia otros. No obstante, en el momento actual los modos están cruzados. Vivimo0s aspirados por lo mediático-inmediato, acostumbramos hacer zapping televisivo para ver qué canal hace punta con la información, inmediatez equivale a verdadero. El acontecimiento –trauma, momento impensado, inicial, disruptivo o como fuere-, que debiera dar paso, en una instancia ulterior, a un cotejo de memoria, pensamiento, lucubración, ilusión, fantasía, propuesta y tanto más, ha trocado sus tiempos: la inesperada virosis, iniciada en mercados de Wuhan, al momento de ser propagados –se propaga el virus, se propaga la información- nos llega impregnada de significaciones que inoculan por adelantado. ¿Cómo saber cuánto es por el virus y cuánto por esta antelación? Frente a lo traumático, a posteriori buscamos elementos para ubicarnos, hallar un contexto, abrir el tiempo de significación y alentar la llegada del entendimiento, siempre precario, para alcanzar un saber. Pero el impacto de los sucesos que los medios de comunicación presentan está inficionado por significaciones; en vez de la conciencia del acontecimiento se disponen, para neutralizar nuestra indefensión, interpretaciones que las más de las veces organizan servilmente la paranoia. Si anteriormente la cuestión era al servicio de qué o de quiénes estaban los medios de comunicación, hoy la pregunta se ha dado vuelta como un guante: ¿Quiénes están al servicio de los medios? De estar supeditados a los miembros del club de dominadores del mundo pasaron a formar parte de la comisión directiva. Maquiavélicamente, los medios se han convertido en fines. Crecieron en concentración: en nuestro país el poder es de Clarín, en el resto de Latinoamérica Globo domina en Brasil, Televisa en México, Grupo Cisneros en Venezuela. En los Estados Unidos, durante la década de 1980, cincuenta grandes empresas controlaban el 90% de la comunicación; en la actualidad el 70% está en manos de Time Warner, Disney, New Corp, NBCUniversal, ViacomCBS, lo que es decir 1500 periódicos, 1100 revistas, 2400 editoriales, 9000 emisoras de radio, 1500 cadenas de televisión. En cuanto a los montos que se mueven, considérese que en el año 2006 el gigante de internet, Google, compró el canal de videos Youtube en 1300 millones de dólares.[4] Obviamente, si se ha llegado a lo que se llegó no es por algo ajeno al poder ejercido por los medios. Lo que por innúmeras vías se presenta como noticia de acontecimientos está inmerso en significación como maní bañado en chocolate. Llamativamente nos deslizamos, lo de maníes con chocolate se convierte, coloquialmente, en maníes de chocolate, como cuando se dice copa de vino, o cuando se denomina paella a la comida cocinada en la sartén llamada paella, o cuando una comida es un plato, etc. A la manera de los maníes, los acontecimientos que los medios trasmiten no solo vienen recubiertos de sentido; ambos, sentido y acontecimiento, resultan indistinguibles. Como advirtiera Marshall McLuhan, el medio es el mensaje (tan solo una letra y casi nada en la pronunciación separan a Luhan de Wuhan, él lo hubiera tomado como guiño a su concepto de Aldea Global). Recordé lo siguiente[5] : el Centro Cultural Pompidou de París fue obra de arquitectos que ganaron un concurso internacional con una propuesta distinta a lo consabido hasta el momento, la implantación del edificio en un barrio tradicional produjo un fuerte contraste. Luego de ser inaugurado en 1977 se desató una polémica entre profesionales, algunos opinaron que era una “orgía de caños”, una suerte de “refinería de petróleo” y otras expresiones carentes de sutileza. Al serle preguntado su parecer, el maestro Félix Candela dijo: “Recién se inauguró. Para saber si un edificio cumple con sus objetivos hay que dejarlo funcionar. ¿Por qué no me hace la pregunta dentro de diez años?”. Diez años, la mitad de nada. En 1907, un discípulo le escribe a Freud, quejoso por las contrariedades producidas en la relación con colegas refractarios a los puntos de vista del psicoanálisis. Freud le contesta[6]: “En lo que a mí respecta, ha aumentado mi respeto por el psicoanálisis, pues estaba a punto de decirme: ¿Cómo? ¿Ya nos hemos ganado al mundo tan solo con diez años de lucha? Entonces, estábamos equivocados… La gente no quiere saber la verdad, y por ello no está capacitada para la comprensión de las cosas más sencillas. Cuando llegue el momento, ya verá cómo pueden entender las ideas más complejas. Hasta entonces no podemos hacer otra cosa que seguir trabajando y caer lo menos posible en vanas discusiones”. ¿Somos capaces de hacer lugar al tiempo que la experiencia requiere, tal como Candela y Freud estipulan, pero que obstinados en naturalizar la premura cancelamos? No lo sé. Sí que nos envuelve la obsesión de que lo inmediato, carente de límite, sea lo perdurable. --------------------------------------- [1] Para una consideracion detenida de las diversas posiciones remito a "Conjeturas, convicciones, delirios: pandemia", incluido en www.carlosdperez.com.. [2] “Más allá del principio del placer”, cap. IV. Obras completas, tomo VII. Biblioteca Nueva, Madrid, 1974. [3] Sigmund Freud. Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904). Amorrortu, Buenos Aires, 1994. [4] Los datos fueron tomados, en su mayor parte, de Jesús González Pazos: Medios de comunicación. ¿Al servicio de quién? (Icaria, Barcelona, 2019). [5] Revista Summa, Buenos Aires, 1978. [6] Epistolario 1873/1939. Seleccion de Ernst L. Freud. Plaza & Janes Editores, Barcelona, 1984. Otros artículos Si quiere explorar más a fondo puede visitar nuestro catálogo de personas, personajes |
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